Cuando miras al abismo y el abismo te devuelve la mirada
Bienvenidos queridos lectores, amantes del misterio, el terror y lo desconocido. Hoy os traigo un pequeño vistazo a la oscuridad del alma humana en forma de cuatro experimentos crueles y despiadados realizados en seres humanos. ¿Por qué cuatro y no cinco? Entre otras cosas porque los números impares me causan desconfianza. Abrochaos el cinturón y endureced el corazón porque allá vamos.
Escuadrón 731
En las décadas de los años 30 y 40 del siglo XX, el Ejército Imperial de Japón, bajo las órdenes de Shiro Ishii, condujo diversos experimentos en humanos. Estos experimentos se hicieron en personas de nacionalidad china, de los cuales se calcula que 200.000 fallecieron como consecuencia directa de los mismos. Entre las pruebas a las que se los sometía estaban la vivisección (disección del sujeto mientras todavía está vivo), que se llevó a cabo en enfermos, embarazadas, civiles y militares. Se les amputaban miembros y luego se les volvían a “unir” o directamente se les extirpaban diferentes órganos, todo ello sin anestesia. Otro tipo de experimentos que realizó el infame Escuadrón 731 fueron el ensayo de armas y de diferentes virus y bacterias sobre los prisioneros, poner al prisionero en una centrifugadora y hacerlo girar hasta morir, inyectar burbujas de aire en el torrente sanguíneo para comprobar el resultado… Prácticamente cualquier barbaridad que se os pueda venir a la mente fue llevada a cabo por el Escuadrón 731.

Niños con discapacidad mental usados como cobayas para crear una vacuna contra la hepatitis
En los años 50, en la Escuela Estatal Willowbrook, las condiciones higiénicas eran tan deficientes que resultaba imposible que los pacientes, niños con diferentes grados de discapacidad mental, contrajesen hepatitis. El doctor Saul Krugman se propuso desarrollar una vacuna para la hepatitis usando los casos que se presentaban en el hospital (casi un 90% de los niños desarrollaban la enfermedad a raíz de su ingreso). El problema por aquel entonces era que, aunque se conocía la enfermedad, se desconocían su forma de contagio o si podía ser prevenida. No obstante, había un “pequeño” problema: para que los experimentos pudiesen llevarse a cabo había que inocularle el virus a niños sanos. Las críticas fueron abundantes al principio, pero pronto quedaron en el olvido comprando el silencio de los padres a cambio de una plaza para sus hijos en la institución.

El Proyecto Aversión
En el año 1969, en Sudáfrica, el doctor y coronel Aubrey Levin se propuso “curar” a todos los soldados homosexuales a los que pudiese echar el guante. Sus “pacientes” eran obligados a someterse a la cura, ya que la homosexualidad era objeto de castigo en ciertas unidades del ejército, en concreto en los reclutas permanentes. El método elegido fue la terapia de aversión, en la que se somete al sujeto a un estímulo al mismo tiempo que se le provoca una sensación desagradable. De esa manera, el cerebro asocia ambas sensaciones y deja de encontrar el primer estímulo placentero. Levin usó métodos como la castración química o la terapia de electroshock. Con unos cables adheridos al brazo izquierdo, a los pacientes se les presentaba una foto de un hombre y se les incitaba a que fantaseasen sexualmente con la imagen. Si el soldado mostraba algún tipo de excitación, se le electrocutaba. La intensidad iba subiendo si la excitación persistía. Después se les enseñaba una foto de una mujer para que, una vez más, fantaseasen. El resultado de los experimentos fue todo un fracaso. Los hombres que no conseguían “superar” su homosexualidad eran forzados a someterse a un cambio de sexo. Alrededor de 900 hombres jóvenes fueron sometidos a operaciones chapuceras e incompletas de cambio de sexo en hospitales militares. Muchos murieron. Aubrey Levin tuvo que emigrar a Canadá para evitar cargos por violar los derechos humanos. Hoy en día está en libertad tras haber pasado un pequeño período de tiempo en la cárcel.

Experimentos sobre la radiación en embarazadas
Después de la Segunda Guerra Mundial, tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, y con la Guerra Fría con Rusia en ciernes, los científicos de Estados Unidos retomaron las investigaciones sobre la radioactividad con entusiasmo. Demasiado entusiasmo. Los investigadores de la Universidad de Vanderbilt dieron a 751 mujeres embarazadas pastillas y bebidas diciéndoles que se trataban de “vitaminas”, cuando en realidad eran radioactivas. Estas mujeres tenían recursos limitados y habían acudido a la clínica prenatal gratuita de la universidad en busca de atención médica. El objetivo del estudio era ver cuánto tardaba la radiación en atravesar la placenta. Al ser preguntados, los responsables de la universidad de Vanderbilt declararon que desconocían si las mujeres habían sido informadas o no de lo que estaban tomando.

¿Y vosotros qué opináis? ¿Eran los ejecutores de estos experimentos científicos demasiado entregados o solo unos sádicos sin conciencia?
Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.