Ciudad Cyberpunk en la China del siglo XX
Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. ¿Os sentís agobiados viviendo en la gran ciudad? ¿Quizá estáis hartos de esos vecinos ruidosos que os hacen la vida imposible y daríais lo que fuera por libraros de ellos? Yo también, así que os entiendo a la perfección. Sin embargo, los habitantes de cierta ciudad china no compartían nuestros sentimientos hacia la introspección, más bien todo lo contrario.
¿Os habéis sentido alguna vez fascinados por esas ciudades estilo cyberpunk, como las que aparecen en Bladerunner o Judge Dredd? Pues bien, agarraos a vuestros asientos porque hoy vamos a explorar su versión en la vida real: la Ciudad Amurallada de Kowloon.

A simple vista puede parecer el render de un videojuego, una imagen de un mundo distópico y lleno de desesperación sacado de una historia ficticia, pero la ciudad de Kowloon era tan real como la vida misma. Ya sabéis lo que se dice: la realidad supera la ficción y esas cosas tan poéticas.
Su peculiar ordenación urbana fue producto de la Convención para la Extensión del Territorio de Hong Kong. Cuando China perdió la primera guerra sino-japonesa, Reino Unido aprovechó y se agenció diferentes zonas del país, tal y como es su costumbre. Una de estas zonas era Hong Kong, donde la Ciudad Amurallada estaba situada pero, por alguna extraña razón, Kowloon no entró en este trato unilateral y quedó como un enclave independiente, sin ley ni autoridad, relegada a mera atracción turística para los británicos de la época.
Dejada a su aire y sin ningún tipo de regulación, Kowloon se convirtió en todo un imán, tanto para aquellos que buscaban poder llevar a cabo sus actividades económicas sin que entrometidas leyes les molestasen, como para los refugiados de la guerra civil china en 1945. El número de habitantes implosionó hasta llegar a alcanzar la friolera de 50.000 habitantes en apenas 300 edificios, casi 2.000.000 de personas por kilómetro cuadrado. Al estar limitada por sus escasas fronteras, la ciudad no tuvo otro remedio que crecer en vertical, hasta tal punto que la luz natural no llegaba a las plantas bajas, que pasaban las veinticuatro horas iluminadas de forma artificial. Solo había dos normas de edificación: el tendido eléctrico debía estar al descubierto debido a las altas posibilidades de incendio y la altura no podía sobrepasar los catorce pisos ya que era la altura a la que pasaban los aviones.

Al no estar legislada en forma alguna, la Ciudad Amurallada se convirtió en el hogar de todo tipo de bandas criminales. Un espacio de 27.000 metros cuadrados era el territorio de las tríadas, mafias chinas dedicadas al comercio de personas y bienes ilegales, que campaban a sus anchas por el lugar. Los agentes de la ley, recaudadores de impuestos y demás elementos reminiscentes de la ley no se atrevían a posar los pies en esta parte de la ciudad, donde la prostitución y las drogas eran negocios la mar de boyantes y el pan de cada día. Lo que no era raro, era ver turistas en busca de este tipo de placeres, ansiando una calada de opio que les nublase la mente y les hiciese olvidar los problemas cotidianos, o en busca de los mucho más mundanos placeres de la carne.
Todo esto no quiere decir que fuese un erial en el que solo se llevasen a cabo actividades ilícitas. Ni mucho menos. Kowloon tenía los típicos negocios que podemos encontrar en cualquier ciudad normal: tiendas, peluquerías, restaurantes, talleres… Un negocio especialmente popular era el de los dentistas y, teniendo en cuenta el precio de la salud dental, no puedo culpar a los que se aventuraban a probar suerte en las clínicas de la Ciudad Amurallada.

No sé vosotros, pero yo opino que esa clínica tiene bastante buena pinta. A mí me han sacado dientes en lugares más anticuados y dudosos, desde luego. Sin embargo, cabe decir que no todos tenían las mismas buenas prácticas que los dentistas de Kowloon. Muchos de los que trabajaban en el ámbito alimentario no tenían ese afán por la limpieza y mucho menos por las medidas higiénicas más básicas.
Veréis, una de las consecuencias de la falta de leyes en Kowloon era que la legislación sobre medidas higiénicas en el procesamiento de la comida era… ¿Cómo decirlo? Inexistente. ¿Harto de tener que usar guantes a la hora de despedazar la carne? ¿Te molesta no poder fumar mientras destripas pescado? ¿Crees que eso de que la comida no toque el suelo está sobrevalorado? ¡Bienvenido al paraíso compañero! Aquí te habrías sentido como en casa. Y, si os estáis preguntando quién podía comerse la comida después de todas esas virguerías insalubres, ya sabéis lo que reza el dicho: ojos que no ven, corazón que no siente.

Tampoco era muy agradable la falta de servicios públicos, como el de limpieza, que convertía el lugar en un nido de ratas y todo tipo de plagas. La ausencia de servicio de recogida de basuras hacía que los desperdicios que lanzaban los residentes de los pisos superiores se acumulase en los pisos inferiores. ¿Y vosotros os quejáis de que el vecino de arriba tira colillas en el portal? ¡Aficionados!
Así pues, no todo era fiesta y algarabía en esta acogedora ciudad. Llegó un punto en que tanta libertad y tan poca ley comenzaron a molestar a las autoridades tanto chinas como inglesas, que decidieron que eso de tener un enclave entregado a la anarquía tan cerca no les gustaba demasiado.
En 1987, Reino Unido entregó la soberanía de Hong Kong a China y comenzó el proceso de evacuación y reubicación para los habitantes de Kowloon. Esta medida no fue acogida con los brazos abiertos. Para muchos de ellos este era su hogar, lo único que habían conocido toda su vida, donde sus recuerdos buenos y malos habían tenido lugar, y no estaban muy contentos de tener que abandonar sus casas y negocios por obligación.
Tras unas negociaciones interminables y muy duras, la República China pagó una sustanciosa compensación a los habitantes y empresarios para que abandonasen la ciudad. Kowloon fue demolida entre 1991 y 1992. En su lugar ahora hay un pequeño parque. Lo único que se conserva de la ciudad original es el templo.

La mayoría de imágenes que he usado, excepto la del dentista que es de Blue Lotus, fueron tomadas por Greg Girald e Ian Lambot como parte de un apasionante reportaje fotográfico. Si queréis ver más aspectos de esta fascinante y surrealista ciudad, os recomiendo que le echéis un ojo a su trabajo. Quién sabe, quizá agite vuestra imaginación y os proporcione ideas para una nueva y fascinante historia.
¿Os habría gustado pasar una temporadita en Kowloon? ¿Qué opináis de que se derribara? ¿Era deber del Gobierno regular la situación o, por el contrario, se metieron donde nadie les llamaba?
Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.
Wow, de veras que me encanta como redactas.
Yo creo que deberían haber llegado a un punto intermedio en el que no se destruyera la cultura y casas de los que vivían allí pero poner medidas de higiene y eliminar la trata de blanca.
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¡Muchas gracias por el comentario! La verdad es que era una situación harto complicada. Supongo que rehabilitarlo todo y hacerlo salubre habría resultado casi imposible.
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Me encanta tu estilo y tu forma de describir los hechos. La información es de la que sirve para entender que la realidad SIEMPRE supera a la ficción. Es un vibrante escenario para una trama distópica, gracias por la maravillosa idea.
Aquí tienes un fan.
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Gracias por el comentario. Efectivamente, más de una obra se ha basado en Kowloon y creo que todavía puede dar mucho de sí aunque todavía no esté en pie.
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