Porque no todo tiempo pasado fue mejor…
Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. Dado que Halloween no me ha dejado celebrar nuestra encuesta semanal, me he tomado la libertad de decidir por mi cuenta y riesgo el tema de esta semana. Y, dado que hace tiempo que quería hablar de esto y que el clima un tanto pandémico que nos ha invadido últimamente incita a ello, que mejor momento para adentrarnos en el fascinante mundo de los tratamientos médicos antiguos. No cualquier tipo de tratamiento claro (estoy segura de que no os interesa mucho leer sobre tilas y manzanillas), sino de esos que te hacen llevarte las manos a la cabeza y decir “¡Vaya, resulta que no todo tiempo pasado fue mejor!” Vamos, de esos que matan más que curan. Así que abrazad vuestra caja de ibuprofeno con fuerza y acompañadme en este viaje por los tratamientos médicos más raros (y mortíferos).
Mercurio, mercurio para todo
Ah, mercurio, el paracetamol de la Edad Media. No había nada que el mercurio no curase: parásitos, fiebre tifoidea… Además era un maquillaje de lo más cool, usado por toda la nobleza como base blanca para la cara. Pero si algún tratamiento con mercurio brilló por su fama fue el de la sífilis en el siglo XVI. La sífilis se comenzó a documentar por primera vez en los anales médicos a finales del s.XV. Conocida con nombres tan molones como morbus gallicius, lues venera y, por alguna extraña razón, la enfermedad francesa, la sífilis es una enfermedad de transmisión sexual que se manifiesta en varias etapas. En las más leves produce ronchas rojizas en las palmas de las manos y en los pies. Después de un periodo de latencia sin síntomas, el sistema nervioso, huesos, piel y órganos del enfermo empiezan a ser atacados. Debido a todo esto, los pacientes podían llegar a padecer graves desfiguraciones que hacían que no fuesen muy bien recibidos por la gente de bien a la que no se le caía la carne a trozos. Las píldoras de mercurio mejoraban el estado de algunos pacientes, hasta que comenzaban a envenenarse por culpa del propio tratamiento.
En el siglo XIX se convirtió en el medicamento para todo en Estados Unidos. Literalmente, la gente dejaba de usar tratamientos probados para tirarse a los brazos de este bonito y brillante metal. No obstante, su uso se fue abandonando a lo largo del siglo, excepto por los dentistas. Se ve que el mercurio era tóxico para todo, salvo para la boca.

Jarabe de heroína para el catarro
En 1890, la conocida farmacéutica Bayer comercializó las aspirinas… y el jarabe de heroína como tratamientos para el catarro y los resfriados. Al mismo tiempo, pensadlo. Aspirinas y heroína. ¿A qué nunca habíais pensado en ver ambas palabras tan juntas en una misma frase? El caso es que el jarabe de heroína estaba especialmente indicado para niños pequeños, a quienes aseguraba curar de cualquier catarro en un periquete. No fue hasta 1899 que se empezó a pensar que algo no andaba bien con el jarabe de heroína curalotodo de Bayer, cuando los casos de tolerancia al medicamento se dispararon. En España, las campañas de Bayer para promocionar su uso fueron de lo más efusivas y pueden encontrarse varios carteles en la ancha web.
Cabe mencionar que la heroína, considerada no adictiva, se usaba también como remedio para la adicción a la morfina. En una época en la que la gente iba a la guerra como quien salía a pasear por el barrio, muchos soldados volvían a casa convertidos en adictos a la morfina, comúnmente usada para tratar los dolores producidos por las heridas o durante las operaciones. ¿Funcionó esta cura contra la adicción? Pues no, porque cuando la heroína entra en el torrente sanguíneo el cuerpo la metaboliza como morfina, solo que más rápido.

Lobotomías hechas en furgonetas ambulantes
Ah, la lobotomía transorbital y su mayor promotor, Walter Freeman, merecedores de un artículo propio que posiblemente tendrán en un futuro. La lobotomía consiste, hablando mal y pronto, en cortar las conexiones del córtex prefontral para curar diversas enfermedades mentales. Obviamente, algo así no solo era peligroso, sino que además llevaba su tiempo (y raramente funcionaba).
Es aquí donde entra Walter Freeman, neurólogo de profesión y carnicero en sus ratos libres Freeman estaba obsesionado con la lobotomía, más concretamente con perfeccionarla y convertirla en algo más parecido a un trámite que a una operación. Ideó un método por el cual, en vez de tener que trepanar el cráneo, bastaba con atravesar la órbita ocular con un picahielos. Sí, un picahielos, no habéis leído mal. Una vez desarrollado este proceso tan preciso (nótese la ironía implícita del comentario), Walter se dedicó a promocionarlo y se embarcó en un tour en furgoneta por todo Estados Unidos para hacer lobotomías a quien se ofreciese. Desde niños que se portaban mal, hasta mujeres con jaquecas, pasando por personas con auténticos problemas mentales, Freeman no era escrupuloso a la hora de “clavar su picahielos” en la parte de atrás de su furgoneta. Dado que los resultados de atravesar un cráneo con un picahielos son poco más o menos el equivalente a la ruleta rusa quirúrgica, las secuelas fueron de lo más variopintas. Algunos de los pacientes mejoraron notablemente y decían que su vida nunca había sido mejor, pero otros se quedaban apáticos, incapaces de sentir nada y otros directamente en estado vegetal.

Cigarrillos para el asma
Por increíble que nos parezca hoy en día, rodeados como estamos por leyes antitabaco de todo tipo, hubo una época en la que la nicotina no solo no era considerada perjudicial para la salud de los pulmones, sino todo lo contrario. En el s.XIX y principios del S.XX, los cigarrillos para el asma del Dr. Batty se jactaban de ser la cura para todo lo relacionado con problemas respiratorios. Asma, bronquitis, dolores de garganta, cáncer… No había nada que se resistiese a los poderes sanadores de los cigarrillos del Dr. Batty. Eso sí, solo si tenías más de seis años, que tampoco era cuestión de introducir a los jovenzuelos al hábito de fumar así porque sí. Eso sí, ¿quién puede culpar a nuestros antepasados de creérselo? ¿Habéis visto el bigote del Dr. Batty? A mí alguien con un bigote así podría hasta venderme un aspirador en el desierto si quisiese.

¿Cómo os habéis quedado después de este periplo por la medicina no tan antigua? ¿Bien? ¿Mal? ¿Planteándoos cuántas de las cosas que tomáis serán consideradas una auténtica aberración dentro de veinte años? Tranquilos, que hoy en día todo está requeteprobado antes de llegar al público. Me lo ha dicho Bayer.
Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.