Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. Esta semana habéis decidido hablar de uno de mis temas favoritos: las utopías fracasadas (del que os adelanto que habrá parte 2 porque me encanta). Las utopías están por todas partes en la literatura de ficción, pero ¿ha habido alguna a lo largo de la historia? Pues sí, un montón, solo que en vez de utopías eran más parecidas a distopías. La mayoría tenían buenas intenciones y todo eso, pero las intenciones se las lleva el viento. Hoy vamos a investigar tres utopías en concreto, cada una con diferentes ideales y motivaciones, así que haced la maleta porque tenemos un largo viaje por delante.

-La Granja Brook
Ideada por el ministro religioso George Brook y su esposa Sophia en 1841 en Massachusetts, EEUU, fue fundada en base a ideas trascendentalistas. El trascendentalismo se basa en la creencia de que los seres humanos son buenos por naturaleza, así que tomando eso de base, empezamos mal. La idea de la granja era formar una comunidad cuyos miembros pudiesen tener una vida que compaginase trabajo y placer. Cada miembro podía escoger cualquier trabajo que quisiese y a todos se les pagaba lo mismo. Un plan sin fisuras, teniendo en cuenta que competían contra jornadas laborales de 20 horas en las que mujeres y niños cobraban solo una fracción del salario. Para colmo de males, cobrabas lo mismo si un día trabajabas como si te lo pasabas mirando el tiempo pasar, así que como os podéis imaginar, la granja vivió en permanente inestabilidad económica. Pero lo que la llevó al desastre no fue eso.
En 1844, a George Ripley le dio por hacer experimentos sociales con su pequeña comuna granjera. Ripley había sido seguidor de las teorías de Charles Fourier desde los años treinta (lo consideraba la segunda llegada de Cristo, literalmente) y su Sistema de Falange. Al contrario que el trascendentalismo original, este Sistema de Falange se basaba en una estricta organización social. Entre otras cosas, esta organización implicaba que los más jóvenes, en base al “sentido del honor” tenían que hacer los trabajos más duros y desagradecidos, desde limpiar mierda hasta reparar establos. Varios miembros abandonaron la comunidad y los jóvenes no tardaron en revolverse contra la opresión. La escasez económica tampoco ayudaba y la carne y la mantequilla se racionaron. A los que se sentaban a comer a “la mesa de la carne” se les cobraba más por gastos de estancia. Supongo que también se les señalaría con el dedo en plan: “Mira ahí va Mary, la muy zorra se sentó el otro día en la mesa de la carne”. Esto último es especulación pura y dura, pero lo veo muy posible.
La comunidad se fue al traste definitivamente cuando fue azotada por un brote de viruela y su creador, George Brook, tardó 13 añazos en pagar las deudas que generó la institución. Como curiosidad, el autor de terror Nathaniel Hawthorne, participó como inversor, aunque más por ver si sacaba algo de pasta para casarse con su prometida que por interés real.

-La utopía capitalista de Pullman
¡Bienvenidos a Rapture! Esto… quiero decir, a Pullman. La ciudad de Pullman fue fundada en 1880 por George Pullman, un afamado ingeniero y empresario estadounidense. La idea era proveer a sus trabajadores del ferrocarril con todo lo necesario para llevar una vida moralmente adecuada… de acuerdo con los ideales morales del capitalismo. El caso es que el planteamiento no era malo del todo. Los edificios en los que vivían los trabajadores eran bastante mejores que los del obrero medio para la época y el pueblo tenía teatros, bibliotecas, parques, tiendas… Un total de 1.300 edificios formaban la ciudad.
Pero como nada es gratis, y menos aún en mi amado siglo XIX (el mejor siglo de la historia, como ya hemos podido comprobar en varias ocasiones) el pueblo en sí no era más que una extensión más del negocio y se esperaba que la actividad económica que se desarrollaba en él devolviese un 7% de beneficios al año. Los trabajadores eran pagados con dos cheques. Uno de ellos volvía automáticamente a Pullman y cubría el alquiler. El otro era para sus gastos habituales, que evidentemente, se llevaban a cabo en el pueblo. Dentro de este también había un sistema de castas cuasi feudal, con George Pullman en la parte alta de la pirámide, los trabajadores cualificados cuan nobleza y los no cualificados, la sucia plebe.
Lo curioso es que funcionó durante bastante tiempo, más que la mayoría de comunidades utópicas. La salud de sus habitantes era una de las mejores a nivel mundial y el nivel de vida muy decente a pesar de las restricciones. Los problemas vinieron en 1894 por una caída en la demanda de los productos manufactureros que fabricaban los empleados de la compañía. Pullman bajó salarios y recortó costes pero no bajó alquileres ni precios. Esto llevó a una huelga a la antigua, de las violentas, y el gobierno del país tuvo que mandar a los militares a reprimirlas.
Supuestamente, uno de los trabajadores de Pullman dijo: “Nacemos en una casa Pullman, nos alimentamos de las tiendas Pullman, aprendemos en la escuela Pullman, nos enseñan el catecismo en la Iglesia Pullman y, cuando muramos, iremos al infierno Pullman”.

-Nueva Germania, la utopía aria de la hermana de Nietzche
A finales del siglo XIX, la hermana del afamado filósofo Nietzche, Elisabeth Förster-Nietzsche, y su marido, cansados de esa odiosa mezcla de razas que se estaba dando en Europa, se fueron de su amada Alemania dispuestos a fundar una comuna utópica basada en los ideales de pureza racial aria… y para ello eligieron Paraguay. El por qué eligieron un país con tan poca raza aria en él (donde a día de hoy al menos un 38% de la población es de origen amerindio) escapa a mi raciocinio.
Aunque no lo creáis, Hitler no inventó los ideales nazis. El nacionalsocialismo ya existía antes de Hitler y las ideas de la pureza racial eran toda la moda en el s.XIX., con cantidad de científicos y filósofos dedicados a debatir e investigar sobre el tema. Richard Wagner, de hecho, era toda una estrella del rock nazi, solo que en vez de rock componía operas. Elisabeth no era nada de esto, pero tenía entusiasmo. Ella y otras catorce familias alemanas se establecieron a orillas del río Aguaray, en plena selva, y se pusieron a formar su ansiada utopía. En algún momento, Bernhard Förster, el marido de Elisabeth, dijo que Nueva Germania trataba de “la purificación y renacimiento de la raza humana y la preservación de la cultura humana”, solo que si eras judío no contabas como humano.Simple y conciso.
No obstante, el destino y una serie de decisiones funestas condenaron la empresa al fracaso casi desde el principio. El viaje por el Atlántico fue un asco y la comida se les pudrió. Tras una semana por el río Paraná, los mosquitos los tenían acribillados y les estaban poniendo huevos debajo la piel. A pesar de todas las dificultades, pronto se les unieron 40 familias más… pero la mayoría se dieron el piro enseguida. Resulta que eso de establecer una comuna de urbanitas en medio de una puñetera selva no es la mejor de las ideas. Entre otras cosas, no pudieron cultivar la tierra de la selva, fueron pasto de las enfermedades y lo peor de todo: la falta de mujeres hizo que algunos de los hombres se fijasen en las nativas. Atroz.
Al final, hundido hasta las cejas por las deudas que había contraído para llevar a cabo aquel plan sin fisuras, Bernhard Förster decidió suicidarse en 1889. La comunidad continuó, pero alejándose cada vez más de los ideales nazis de la pareja y hoy en día es una comunidad agrícola como cualquier otra.

Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.
Un comentario sobre “UTOPÍAS REALES QUE TERMINARON EN DESASTRE”