Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet.
Esta semana habéis elegido leer sobre experimentos inquietantes, pero quizá para cuando terminéis este artículo os arrepintáis de haber votado esa opción. Los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor, pero especialmente de lo peor. Eso parece que nos gusta más y nos hace sentir más realizados, o algo por el estilo. Lo voy a avisar desde ya: si no aguantáis el sufrimiento animal, no leáis el cuarto experimento de esta lista. Os hará vivir mejor y más felices. Dicho esto, agarrad vuestras probetas y vuestros repelentes de insectos porque nos vamos de investigación.

-Experimentos con gas mostaza en humanos
El gas mostaza es un arma química que hizo su debut en la Primera Guerra Mundial. Su función era la de incapacitar al enemigo y los síntomas de exposición son, entre otros, ampollas en la piel, enrojecimiento de los ojos e incluso ceguera, dificultad para respirar y convulsiones. Además daña el ADN y puede producir leucemia y cáncer de piel.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial al escenario hizo que este gas resurgiese en popularidad. Los estadounidenses, a pesar de que no habían movido un dedo en todo lo que iba de guerra, sintieron la imperiosa necesidad de terminarla cuando se presentó a sus Pearl Harborianas puertas. Como uno no consigue conejillos de indias para probar un gas abrasivo muy fácilmente, se pidió a los reclutas jóvenes del ejército, de entre diecisiete y dieciocho años, que participasen en un experimento que podía acortar la guerra. Por supuesto, solo les dijeron que este experimento implicaba gas mostaza cuando era demasiado tarde. Yo en su lugar habría dicho que no, porque eso de ser sujeto de experimentos no es lo mío, por mucho que a cambio se puedan salvar miles de vidas (que no conozco).
Volviendo al tema, estos pobres desgraciados fueron separados por raza a la hora de ser gaseados. Mientras que los blancos eran usados como grupos de control para determinar cuál era el estado normal de un soldado, los negros y asiáticos eran rociados de gas pimienta y dejados a su suerte sin tratamiento médico bajo la amenaza de ser dados de baja de forma deshonrosa. Muchos quedaron irremisiblemente heridos y traumatizados con la experiencia y a día de hoy viven con las consecuencias.

-Operación Big Buzz y Drop Kick
En los años cincuenta del siglo XX, el Gobierno de EEUU estaba muy entusiasmado con la guerra biológica y muy poco con la salud de sus ciudadanos, especialmente si estos tenían la piel tendiendo más bien a oscura. En una época en la que no se sabía tanto sobre la transmisión de ciertas enfermedades, las autoridades americanas liberaron un montón de mosquitos en las ciudades de Savanah, en Georgia, y Avon Park, en Florida. La idea era ver cómo de efectivos eran estos pequeños diablillos chupasangres a la hora de transmitir enfermedades tan divertidas como la fiebre amarilla y el dengue. Para los que no tengáis ni idea de cómo son estas enfermedades, la fiebre amarilla es llamada también “el vómito negro” y produce fiebres, hemorragias y fallos hepáticos. Además tiene una letalidad del 50%, lo cual quiere decir que la mitad de personas que la contraen se van a criar malvas. El dengue, por su parte, es conocido como la “enfermedad rompehuesos” y te hace sangrar por todos los agujeros de tu cuerpo.
Este experimento produjo altas cotas de fiebres, problemas respiratorios e incluso abortos en mujeres embarazadas, además de unas cuantas muertes, claro.

-Operación Big Itch
La Operación Gran Picor (nótese lo jocoso del nombre) fue otros de esos experimentos estadounidenses con insectos y enfermedades infecciosas de por medio hechos durante los años cincuenta. Esta vez, en lugar de mosquitos, el animal elegido fueron las pulgas. Recordemos que estos molestos engendros del averno fueron los responsables de la siempre clásica Peste Negra en Europa y que sus picaduras pican como el infierno. La idea esta vez no era que propagasen una nueva plaga, sino ver las capacidades de supervivencia de la pulga de rata tropical. Así que cogieron tres tipos de bombas diferentes, las llenaron de pulgas y las soltaron desde el cielo. Imaginaos que estáis por ahí, paseando un día la mar de tranquilos cuando, de repente, miles de pulgas os llueven desde el cielo. Como mínimo sería una anécdota para contar a vuestros nietos.
Aunque esta vez no se produjeron víctimas mortales (que sepamos) lo que sí que tengo claro es que probablemente los habitantes de la zona pasaron unos meses horribles.

-Experimentos con perros en la Unión Soviética
Voy a lanzar un aviso aquí mismo: los que seáis sensibles con el tema del maltrato animal, es mejor que dejéis el artículo aquí. A veces la ignorancia es lo mejor y, creedme, lo que estáis a punto de leer no es nada agradable. No puedo repetirlo suficientes veces, si ver o leer cosas sobre animales sufriendo os hace sentir mal: NO SIGÁIS LEYENDO.
Todos hemos oído escuchar mil y una veces del nazi Josef Mengele pero, tal vez porque sus experimentos se limitaron a los perros y nunca llegaron a saltar a los seres humanos, las atrocidades del doctor Vladimir Demikhov parecen haber quedado en el olvido. Demikhov asentó las bases de la trasplantología (término inventado por él mismo) y con ello los trasplantes de órganos. Para ello realizó varios trasplantes en perros, uno de los cuales implicaba el acoplar un cerebro todavía vivo al cuello de un pastor alemán. Esto se quedó al cabo de poco tiempo en pecata minuta y Demikhov abandonó los órganos para centrarse en los sujetos y crear un perro de dos cabezas. Para ello usó dos perros de conejillos de indias, un pastor alemán que haría de huésped y otro de raza más pequeña que compondría la segunda cabeza y cuello. En tres horas y media acoplaron la parte superior del perro pequeño al lomo del grande. Ambos recuperaron la consciencia y eran capaces de ver, oler y percibir sus alrededores. Evidentemente, los pobres animales no tardaron mucho en morir, pero consiguieron permanecer vivos durante al menos cuatro días. Cabe decir que este es solo el caso más famoso de “perro de dos cabezas” de Demikhov. Hubo más y el más longevo aguantó veintinueve días con vida.
También atroz y también en la Unión Soviética, encontramos los Experimentos en la Resucitación de los Organismos, de los cuales hay un documental del año 1940 que no os pienso enseñar. Como os podéis imaginar, el objetivo era resucitar organismos muertos. En el documental se muestra una máquina (que daría origen a las actuales máquinas de diálisis) capaz de bombear sangre de forma artificial a la cabeza decapitada de un perrito.
Esto es solo una muestra de las atrocidades que se han cometido para que hoy en día podamos superar ciertas enfermedades, aunque tal y como se plantean estos experimentos, más parecían fruto del ansia de alimentar el ego de estos científicos que de nada que tuviese que ver con el bienestar (ni humano, ni especialmente no humano).

Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.
Interesante todo lo que cuentas. La del gas mostaza y la de los mosquitos ya las conocía de antes, no así las otras dos. Me resulta curioso el resultado de la última historia; por lo normal, suele haber experimentos «inocentes» (hasta cierto punto) que después se aplican para acometer atrocidades, y en este caso son ideas y objetivos terribles los que ayudan a realizar grandes avances (trasplantes y diálisis).
Muy buen artículo
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