Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. Esta semana nos adentramos en un tema que incluso a día de hoy sigue siendo controvertido: la moda. Y es que, al igual que la delgadez extrema a finales del siglo XX fue una tendencia peligrosa, a lo largo de la historia ha habido multitud de modas que ponían en peligro la salud y la vida de quienes las usaban. Hoy vamos a ver algunas de estas peligrosas tendencias, pero no os dejéis seducir por ninguna… o quizá no viváis para contarlo.

-Alzacuellos asfixiantes
El s.XIX fue un siglo ideal para las modas asesinas. Así como los corsets limitaban la respiración de las mujeres (aunque no tanto como se piensa) comprimiendo sus torsos, los hombres sufrían su parte con los alzacuellos, también llamados “matapadres”. El alzacuellos, prenda que hoy asociamos a las sotanas de los curas, era una prenda de moda que hacía que los cuellos de las camisas y levitas de los hombres quedasen perfectamente erguidos y rígidos. Esta moda no era para cualquier muerto de hambre, claro. Solo los hombres de cierta clase y estilo (y por lo tanto poder adquisitivo) podían permitírsela.
El problema era que apretaban tanto el cuello que cortaban el riego sanguíneo al cerebro. Además de ser posible fuente de ictus y demás regalías, beber con él puesto podía ser especialmente peligroso, sobre todo si uno perdía el conocimiento. Tanto es así, que venían con una advertencia de “no usar y beber alcohol a la vez”.
Para que veáis que las advertencias estúpidas no son exclusivas de los productos actuales.
-Maquillaje hecho a base de plomo
Mirad, puede que os guste maquillaros, pero ya sabéis lo que se dice: nada es bueno en exceso. Un poco de sombra de ojos puede estar bien para sacarle el máximo partido a tu look. ¿Embadurnarte la cara con plomo para tapar esas molestas marcas de acné? No tanto.
El maquillaje de plomo o ceruse fue todo el furor en la época de la reina inglesa Elizabeth I y, para que os hagáis una idea, era el equivalente a una base de maquillaje muy, pero que muy, pálida. En aquella época, ser blanquito cuan tuberculoso estaba de moda porque indicaba que tenías pasta y no tenías que partirte el lomo arando los campos como un sucio plebeyo. Además, tenía la ventaja añadida de poder tapar todos los hoyuelos que te hubiera provocado un posible acceso de sarampión o viruela.
Pero no todo podían ser ventajas. El ceruse secaba la grasa natural que pudiese tener la piel y dejar la piel sin un ápice de grasa no es buena idea, creedme. Las (y los) usuarios del ceruse empezaban a deteriorarse rápidamente. El pelo se les encanecía e incluso llegaba a caerse. La carne se les hundía conforme el plomo iba filtrándose a través de la piel en su organismo.
Su uso prolongado podía llevar incluso a la muerte por envenenamiento y se dice que el exceso en el uso de ceruse fue la causa de la muerte Elizabeth I.

-Gotas de belladona para los ojos
Por si envenenaros con plomo os ha parecido poca cosa, os presento el complemento perfecto: las gotas de belladona para los ojos. Este cosmético se puso de moda a la vez que el ceruse y, tal y como su nombre indica, eran gotas hechas con belladona que se aplicaban a los ojos. El efecto de este maquillaje eran unas pupilas dilatadas. Estas pupilas daban un aspecto más romántico (casi lánguido) y femenino a sus usuarias, lo cual en mi opinión es irrelevante cuando vas pintada como si fueses John Wayne Gacy en su época de payaso.
¿Pero cuál es el problema? Tal vez no lo sepáis, pero la belladona es una planta venenosa. Muy venenosa. Para que os hagáis una idea de cuánto, por cada parte de belladona usada en el maquillaje, hacían falta 130.000 de agua para contrarrestarlo. Una sola gota del producto resultante bastaba para bloquear los receptores de los músculos oculares que hacen que la pupila se contraiga cuando entra en contacto con un exceso de luz. Evidentemente, esto acarreaba visión borrosa nada más aplicárselas, además de ser incapaz de enfocar objetos con la mirada. Esta ceguera se iba disipando conforme el efecto del compuesto se iba pasando, pero su uso podía llevar a irritaciones, problemas del corazón (aceleraban el ritmo cardíaco) y ceguera permanente.

-Vendado de pies
Durante la dinastía Song (s.X d.C), en China se puso de moda la práctica de vendarles los pies a las niñas. En sí, la moda no eran los pies vendados, sino pequeños. La leyenda cuenta que la práctica surgió para emular a la concubina favorita de un príncipe, pero la realidad es que el origen está en las bailarinas de la época y sus zapatos arqueados.
Para conseguir los diminutos pies, también llamados pies de loto, se sometía a las niñas pequeñas a un doloroso proceso antes de que sus huesos se hubiesen desarrollado por completo. Antes que nada, se sumergían los pies en una mezcla de hierbas y sangre animal que ayudaba a prevenir las infecciones (aunque no siempre funcionaba) y reblandecía los tejidos. Luego se recortaban las uñas para que no se enquistasen y perforasen la carne cuando creciesen, ya que quedaban apuntando a la planta. Lo peor del proceso era cuando los dedos eran doblados y presionados hacia dentro hasta romperse, con la idea de reducir el tamaño del pie. Después de romper los dedos se continuaba apretando hasta romper el arco. Conforme se iba haciendo esto se iba vendando el pie a una gran presión. Estas vendas tenían que cambiarse varias veces al día a lo largo de los años que duraba el proceso (sí, años). Muchas veces las niñas morían de septicemia y necrosis y no era raro que partes de la carne e incluso dedos enteros se cayesen.
Este proceso impedía que la niña hiciese ningún tipo de tarea física, por lo cual pronto se convirtió en un símbolo de estatus y en un requisito indispensable si se quería optar a un buen casamiento. Los hombres encontraban estos diminutos pies (de tan solo siete centímetros de largo) extremadamente sensuales, pero se les advertía de que nunca los despojasen de sus zapatos si no querían perder el erotismo. Esto era porque incluso con los años, el aspecto deforme y el olor no desaparecían.
La práctica intentó prohibirse durante la dinastía Qing de los manchúes, sin mucho éxito. Con la caída del imperio, la República China prohibió nuevamente la práctica, pero eso no impidió que se continuase practicando, aunque en menor medida. La práctica cayó definitivamente en desuso con el alzamiento comunista en 1949.

Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.
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