Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. La semana pasada tuve que hacer un pequeño inciso en esta nuestra publicación semanal, pero este viernes volvemos con fuerzas renovadas y un suceso misterioso que es todo un clásico: la desaparición sin dejar rastro de la colonia inglesa de la isla Roanoke. Agarrad vuestras picas de conquistador y quizá un par de arcabuces, que nos vamos de exploración.

Allá por el siglo XVI, eso de colonizar partes de América era todo el furor. Casi cien años después del descubrimiento del continente por parte de los europeos aún quedaban muchas zonas en las que el hombre blanco apenas había puesto el pie. La isla Roanoke, en la actual Carolina del Norte, en EEUU, era uno de estos sitios.
Walter Raleigh heredó el permiso real de su hermano para colonizar la isla después de que este falleciese en una batalla. La cosa es que este permiso real tenía un poco de trampa, por así decirlo, o más bien una condición: si no establecía una colonia en Norteamérica, Raleigh perdería el derecho a colonizar, por inútil. Así que Raleigh, que evidentemente no quería ni perder su derecho ni parecer un inútil, se puso manos a la obra y el 4 de julio de 1584 estableció contacto con los nativos de la isla, las tribus secotan y croatoan. Después de haberles sonsacado o comprado (lo desconozco) la información de todo lo relacionado con la orografía de la zona, se organizó una expedición con la intención de asentarse al mando de Richard Grenville. No obstante, la suerte no estaba con ellos y las naves se separaron por culpa de una tormenta. Ante este incidente, los ingleses decidieron que pasaban de seguir con la expedición, que eso de colonizar era un asco y requería esfuerzo, y se dedicaron a lo que mejor se les daba, la piratería.

Aunque sus marineros no parecían estar muy por la labor, a Grenville se le había encomendado colonizar y eso pensaba hacer. A pesar de que les faltaba comida y de que ya habían tenido problemas con varios indígenas por culpa de sus costumbres piratescas, Grenville dejó a 107 hombres en el norte de la isla y puso al mando a un tal Ralph Lane. Ralph Lane, en mi opinión, era un chaquetero, porque también sirvió a la corona de Irlanda, y todo el mundo sabe que Irlanda e Inglaterra no se ajuntan, pero ese es otro tema. El caso es que Grenville dejó a estos hombres en el norte del a isla y les dijo algo así como:
“Id levantando campamento que yo volveré un día de estos con más provisiones, putas y barcos.”
Lane hizo lo que se le mandó y se montó un pueblucho pero, oh sorpresa, cuando llegó la fecha convenida en la que su capitán volvería con provisiones y enfermedades diversas provenientes del viejo mundo, por allí no apareció ni el tato. Entre tanto, los nativos estaban un poco resentidos por eso de que les hubieran pirateado y atacado y solían practicar incursiones en el campamento de Lane. Así que cuando Francis Drake pasó por allí y les dijo que si querían los llevaba hasta Inglaterra, en plan uber-drive del siglo XVI, todos asintieron y se apresuraron a poner mar de por medio.
Pero Raleigh seguía emperrado en colonizar la bendita isla. Esta vez el plan era a prueba de bombas y en 1587 mandó a 115 valientes al mando de John White. Las credenciales de John White para establecer asentamientos en territorio hostil no eran precisamente las mejores. Veréis, White no era un héroe de guerra ni nada por el estilo, sino un artista amigo de Raleigh. Por algún extraño motivo, esperaban encontrar a los otros colonos allí, después de pasar de ellos durante dos años, pero lo único que les dio la bienvenida fueron un esqueleto polvoriento y supongo que un par de plantas rodadoras.

La gente empezó a ponerse un poco nerviosita con eso de que allí no hubiese nadie. No eran buenas noticias. Tampoco ayudó a calmar los ánimos el hecho de que todos los intentos de White de hacer las paces con las tribus locales fallaron. Normal, como para fiarse de esos blanquitos pirateros que hace dos días les estaban robando. Por lo visto, con los únicos con los que el carisma de artista de White funcionó fue con los Croatan, con quienes restablecieron ciertas relaciones. No obstante, la cosa estaba lo suficiente tensa como para que unos cuantos colonos quisieran irse. Así que a finales de 1587, White dejó atrás a 115 de sus colonos, incluida su mujer, su hija y su nieta recién nacida. Al irse debió decirles algo así:
“Me voy, pero no temáis, volveré dentro de poco con provisiones, barcos y pu… esto, quiero decir, soldados.”
Pero el tiempo pasaba y allí no volvía nadie. Eso sí, White tenía intenciones de volver, el problema era que los barcos chupiguays estaban fletados para la guerra y no tenía con qué echarse a la mar. Por fin consiguió un par de barquetas roñosas y tres años después consiguió volver a la colonia. Para cuando White volvió a pisar la isla, allí no quedaba nadie, ni siquiera las plantas rodadoras. White había dicho a su gente que si les pasaba algo y tenían que irse tallasen una Cruz de Malta, pero allí no había cruz ninguna. Las únicas pistas que encontraron sobre el destino de los colonos fue la palabra “CROATOAN” escrita en la valla del recinto y “CRO” en un árbol cercano.
¿Quién iba a haber anticipado que dejar a toda tu familia en una isla hostil era una mala idea?
¿Y cuál es el problema? Al lado había una isla llamada Croatoan así que estaba claro que lo que querían decirle era que se habían ido allí. Bueno, el problema es que no se llegó a investigar nada hasta doce años después, porque había tormenta y a los marineros de White no se les había perdido nada allí. El único parguela con familia entre los desaparecidos era el artista.

Las teorías de lo que sucedió con esta gente son varias. Hay gente que cree que los españoles los arrasamos; otros que se murieron de hambre (aunque allí no había restos ningún muerto de hambre); que se trasladaron al completo y murieron en otra parte o, por supuesto, que los abdujeron los aliens, pero… ¡venga ya! Dejaron escrito el lugar de una isla que estaba literalmente al lado. Seguro que si hubiesen movido sus culos gordos y sus barcos hasta esa isla se habrían encontrado con toda esa gente, pero claro, es que había tormenta.
Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.
Cambio y corto.