3 MALDICIONES PROBABLEMENTE CIERTAS

Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. Después de que la semana anterior hablásemos de otros cinco sucesos floridianos, esta semana habéis decidido que queréis algo un poco más esotérico, así que vamos a hablar de maldiciones. Ah, las maldiciones, normalmente castigos merecido por algún tipo de crimen o simplemente por poseer el pedrusco equivocado. El caso es que a todos nos gusta pensar que puede haber objetos o situaciones que nos lleven a caer en un futuro de desgracias sin comerlo ni beberlo. Así que coged vuestros ojos turcos, porque esta semana investigamos cosas malditas.

-La maldición de Tutankamón

Vamos a empezar con un clásico: la maldición del faraón Tutankamón. Esta maldición (y su fama) tiene sus orígenes en el s.XX, pero las bases se asentaron en el siempre delicioso s.XIX. En esa época se había desatado toda una egiptomanía entre la población de Inglaterra. Esta egiptomanía (que ya había asomado la cabeza en la época de Napoleón) se extendía por periódicos, relatos y monumentos funerarios. De hecho, si veis en un cementerio antiguo algo con estética faraónica, lo más probable es que sea de finales de este siglo.

Howard Carter era un egiptólogo y arqueólogo inglés que, a principios del s.XX, empezó a trabajar para un noble llamado Lord Carnarvon, un nombre que a mí personalmente me transmite mal rollo. Su trabajo consistía en supervisar las excavaciones de Deir el-Bahari, cerca de Tebas, pero en cuanto Carnarvon consiguió los permisos, se trasladaron para excavar en el Valle de los Reyes. Su trayectoria como descubridor de momias pasó sin pena ni gloria hasta que un día encontró la hoy conocidísima tumba del faraón Tutankamón, un pobre desgraciado que, a pesar de ser rey, había muerto con diecinueve años y siendo más feo que un frigorífico por detrás (a ello apuntan las reconstrucciones, qué queréis que os diga).

El caso es que este hallazgo se hizo famosísimo porque se trataba de la momia mejor conservada que se había encontrado hasta el momento. Luego se hizo aún más famoso, porque las personas que habían participado en su descubrimiento fueron cayendo como moscas, vamos que fueron muriendo uno tras otro.

El primero en irse al hoyo fue Lord Carnarvon, de una neumonía. En aquella época no había penicilina y te podías morir de cualquier cosa, os lo recuerdo. Después murió su hermano Audrey, que había presenciado como se abría la cámara mortuoria. ¿La causa? Desconocida. Arthur Reid, que tuvo el honor de ser el último en picapedrear la pared que daba a la tumba, murió en El Cairo. ¿Adivináis la causa? Desconocida. Un profesor que había ido con Carter a estudiar la tumba murió de un derrame cerebral al volver a El Cairo. Sir Dlougas Reis murió al de dos meses de radiografiar a la momia de Tutankamón. A la secretaria de Howard Carter le dio un ataque al corazón y también la espichó. Irónicamente, Howard Carter vivió bastantes años después del descubrimiento y murió de viejo.

Con los años se ha intentado desarrollar varias hipótesis sobre la maldición, entre ellas que en la tumba había alguna espora que los había contaminado a todos y es la que más ha pervivido. Esta teoría en realidad se la inventó un patólogo entrevistado por The Sunday en base a cero pruebas. Lo mismo podía haber dicho eso o que todos sufrieron una grave reacción adversa al polvo acumulado. Yo, personalmente, creo que hay maldición. Si no murieron todos los implicados fue porque el fantasma del faraón cogió más ojeriza a unos que a otros o, tal vez, porque sus poderes se habían diluido con el tiempo.

-Diamantes malditos a raudales

Seguro que a ninguno de vosotros le importaría que le regalasen un diamante. Incluso si no sois unos amantes de las joyas, en el peor de los casos podríais venderlo y empezar a ahorrar para el Lamborghini de vuestros sueños. Pero si por algún casual uno de estos diamantes llegase a vuestras manos, lo mejor que podríais hacer es rechazarlo con un educado: no, gracias.

Uno de estos diamantes malditos es el Diamante Hope o Diamante Azul. Este pedrusco tiene sus orígenes en la India. Supuestamente, este diamante era uno de los ojos de la estatua de un ídolo, de donde habría sido robado. En el siglo XVII, lo adquirió un comerciante apellidado Tavernier, que se lo vendió al rey Luis XIV de Francia. Tavernier se fue a la quiebra y emigró a Rusia. Allí murió en circunstancias desconocidas, pero su cadáver se encontró helado y devorado por las alimañas. Luis XIV murió ese mismo año de gangrena, una enfermedad maravillosa para estirar la pata. Su sucesor, Luis XV no quiso saber nada de la condenada piedra y la metió en un cofre.

Años después, fue redescubierta por Luis XVI, rey famoso por su tendencia a perder la cabeza (sí, chiste fácil, pero tenía que hacerlo; a mí que me detengan). Este a su vez se lo regaló a Maria Antonieta. También lo usó la princesa de Lambaille. Los tres fueron famosamente guillotinados durante la Revolución Francesa. En medio del caos revolucionario, un fulano lo robó y lo llevó a Inglaterra. El pringado en cuestión fue encarcelado intentando venderlo y el diamante desapareció hasta principios del s.XIX. Entonces reapareció en manos de la familia Hope, cuyos miembros fueron muriendo en misteriosas circunstancias a medida que lo iban heredando, hasta que finalmente uno de ellos decidió venderlo. De ahí en adelante, todos sus propietarios murieron de forma trágica hasta que en 1958, metieron el dichoso diamante en un museo, probablemente para evitar más desgracias.

Dejando a un lado el Diamante Azul, otro famoso diamante maldito es el Kohinoor. Esta joya está maldita, pero solo para los hombres que lo posean; a las mujeres, por el contrario, les da buena suerte. Podríamos decir que es un diamante un tanto misándrico. Esta joya también tiene origen indio, perteneciendo a diversos reyes, hasta que fue robado por los británicos y llevado hasta Inglaterra, donde pasó (y sigue estando) en manos de los monarcas ingleses. La maldición de esta piedra preciosa, data del siglo XIV y se recoge en un antiguo texto que dice algo así:

«Quien posea este diamante dominará el mundo,
pero también conocerá todas sus desgracias.
Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad.»

-El número de teléfono maldito

Si uno tuviese que apostar por un número de teléfono maldito, probablemente diría que es el 666 66 66 66 o, tal vez, el número del teleoperador de Vodafone que te despierta cada tarde cuando echas la siesta. En ambos casos estaríais equivocados. El auténtico número telefónico maldito es el 0888 888 888. Este número perteneció a diferentes personas a lo largo de la década de los 2000 y, ¿sabéis qué? Todos murieron de formas rarunas.

El primer dueño fue el dueño de la compañía a la que pertenecía, Vladimir Grashnov, quizá como castigo divino ya que todos sabemos que las compañías telefónicas son el mal encarnado. Vladimir murió de cáncer en 2001 y en su momento se difundieron rumores la mar de macabros. Supuestamente, la culpa la tendría el dueño de una compañía rival, que le habría envenenado radioactivamente. ¿Qué os decía yo? Las compañías telefónicas son el demonio.

Después le tocó el turno a un mafioso llamado Konstantin Dimitrov. Dimitrov fue asesinado en 2003 en Holanda, a manos de un asesino a sueldo. Después pasó a manos de un tal Konstantin Dishliev. Este nuevo Konstantin fue asesinado en 2005 en Sofia, al salir de un restaurante. Supuestamente, también era un mafioso, así que tal vez la cuestión es que este número tenía predilección por gente con vidas truculentas.

El caso es que después de esta serie de extrañas pero merecidas muertes, el número se retiró del mercado, por si acaso. Yo opino que este número de teléfono es inocente y que el único crimen que ha cometido ha sido tener unos dueños horrorosos.

Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.

Cambio y corto.

5 comentarios sobre “3 MALDICIONES PROBABLEMENTE CIERTAS

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