LA DESAPARICIÓN DEL VUELO 19

Desapariciones sospechosas en el triángulo más famoso del mundo

Bienvenidos una vez más, queridos amantes del misterio, el terror y lo oculto a mi pequeño rinconcito de Internet. Con motivo de este nuestro Halloween queríais un misterio y un misterio os traigo, eso sí espero que no le tengáis miedo a las alturas porque vamos a sobrevolar el siempre polémico Triángulo de las Bermudas, la figura geométrica más polémica a este lado del Ecuador. Acompañadme pues a revivir el periplo del Vuelo 19, un grupo de cinco bombarderos que desapareció sin dejar rastro mientras realizaba un entrenamiento rutinario.

El 5 de diciembre de 1945, cinco bombarderos TBM Avenger desaparecieron en el Triángulo de las Bermudas sin dejar rastro. Los cinco aviones habían despegado de la base naval aérea estadounidense de Fort Lauderdale para realizar unas maniobras de entrenamiento rutinarias, algo así como cuando en el colegio te obligan a hacer un simulacro de incendio, solo que con aviones y más emocionante. En ellas participarían los nuevos reclutas de aviación, con el teniente Charles Carroll Taylor al mando, un piloto curtido que había servido en dos ocasiones durante la Segunda Guerra Mundial y tenía más de 2.000 horas de vuelo acumuladas. A excepción de él y otros cuatro veteranos, el resto eran jóvenes que apenas tenían experiencia.

El día amaneció soleado, sin ninguna nube que pudiese provocar algún accidente, ideal para este tipo de acciones. El entrenamiento era sencillo: tenían que realizar un simulacro de bombardeo en la zona designada, continuar a 90 grados durante 73 millas, girar 346 grados y continuar en esa dirección durante otras 73 millas. Para finalizar, girarían 241 grados dirección sudoeste hasta regresar a Fort Lauderdale. En esencia, consistía trazar un triángulo isósceles sobre el océano, lo cual, teniendo en cuenta que estamos hablando del Triángulo de las Bermudas, me parece tentar a la suerte. Yo habría optado por trazar un recorrido en cuadrado o quizá en pentágono, por si las moscas.

La primera parte del ejercicio transcurrió como la seda. A las 14:30 llegaron al lugar designado y soltaron las bombas. Las bombas eran de pega imagino, aunque en esa época la gente iba a ver explosiones nucleares como quien va al cine, así que quien sabe. Los problemas empezaron a partir de entonces, en cuanto giraron rumbo norte. A las 15:40 varios de los participantes en el ejercicio comenzaron a manifestar sentimientos de desorientación e incomodidad. No tardaron en darse cuenta de que algo iba muy mal: nada les resultaba familiar. El teniente Taylor estaba convencido de que el compás de su bombardero no estaba funcionando bien y de que eso había hecho que se desviaran.

Mientras todo esto sucedía, cerca de Lauderdale el teniente Cox, al mando de otro grupo, recibió una llamada de socorro proveniente del Vuelo 19. Informó a la base y preguntó a los tripulantes si requerían de ayuda. Cuando respondió, la voz de Taylor estaba cargada de angustia.

-Mis dos compases no funcionan –dijo-. Estoy intentando encontrar Fort Lauderdale. Estoy sobre tierra, pero están rotos. Estoy seguro de que estoy en The Keys, pero no sé exactamente dónde y no sé cómo volver a Fort Lauderdale.

Esto dejó a Cox sin habla. ¿Por qué? Pues porque no tenía ningún sentido. Taylor había confirmado su paso sobre Hens y Chicken Shoals, en las Bahamas, hacía menos de una hora. Eso implicaba que, de ser cierto lo que decía, se había desviado y recorrido cientos de millas en apenas sesenta minutos, algo totalmente imposible. Consciente de que Taylor debía estar equivocado, Cox le aconsejó que siguiera el proceso habitual en esas situaciones: poner el avión mirando hacia el sol y continuar dirección Oeste hasta llegar a la costa continental. El problema era que Taylor estaba tan convencido de que debían estar sobre el Golfo de México como de que el cielo es azul y la hierba es verde. El consejo de Cox solo haría que se adentrasen aún más en el Golfo, así que decidió que se dirigirían rumbo noreste.

Algunos de sus pilotos se dieron cuenta del error que su teniente estaba cometiendo, pero estaban tan acostumbrados a la disciplina militar que les resultaba inconcebible llevar la contraria a un superior, así que no dijeron nada. Eso no impidió que alguno que otro se mostrase visiblemente estresado ante la decisión.

Para empeorar aún más las cosas, las comunicaciones con la base se estaban volviendo inestables y, aunque le pidieron cambiar de canal, Taylor insistió en mantener su frecuencia de radio. Otras bases habían sido alertadas de los problemas del Vuelo 19, pero poco podían hacer desde tierra aparte de intentar localizarlos y asistir con sus indicaciones.

A las 16:30 se desató un temporal por culpa de unas corrientes de aire y lo que había sido un día perfecto para maniobras, se convirtió en unos cielos tormentosos complicados de navegar incluso para los veteranos. A las 17:15, el teniente Taylor fue persuadido de que debía ir hacia el oeste, pero volvió a cambiar de dirección antes de las 18:00. ¿Había algo que le estaba haciendo pegar tales bandazos o solo era un hombre muy indeciso? Lo cierto es que, a pesar de que todo indicaba que aquello no era posible, seguía preocupado ante la posibilidad de que estuviesen sobrevolando el Golfo. Además la gasolina se les estaba acabando y según base no era suficiente para alcanzar el continente. A las 18:20, los controladores escucharon la que sería la última y fatídica transmisión de Taylor:

-Todos los aviones, juntaos –dijo-. Tendremos que abandonar a menos que toquemos tierra. Cuando el primero de los aviones caiga por debajo de los diez galones (de gasolina), todos caeremos juntos.

Después de esto se perdió toda comunicación. Se enviaron patrullas de salvamento desde todas las bases. Dos PBM Martin fueron desviados de sus propios entrenamientos para ayudar en la búsqueda y, con la caída de la noche, uno de ellos desapareció también. La búsqueda se canceló el 10 de diciembre. No se encontró nada, ni restos de ninguno de los seis aviones, ni supervivientes, ni fallecidos. Nada.

Después de presentar los hechos conocidos, es hora de lanzarnos a las dulces marismas de la especulación. La Marina estadounidense declaró que toda la culpa era del teniente Taylor y que era un fallo humano, pero ¿fue realmente así?

Analicemos la cuestión parte por parte.

-Factor humano: Taylor, al igual que cuatro miembros más de su tripulación, eran expertos aviadores. Como ya hemos dicho, el propio teniente acumulaba más de 2.000 horas de vuelo y había participado en la Segunda Guerra Mundial no una, sino dos veces, y la última vez que miré una guerra contra los nazis era mucho más complicada que unas maniobras de entrenamiento. Es difícil, por no decir casi imposible, que se desorientasen sin ningún motivo, se estresasen o usasen mal algún mecanismo de localización de los bombarderos.

-Clima: cuando la desorientación y malestar declarados por la tripulación comenzaron, el día era claro y cristalino, uno de estos días de cielo azul bebé, vaya. Aunque es cierto que a las 16:30 unas corrientes hicieron que unas nubes chocaran y se desatase una tormenta, tenemos que tener en cuenta que, para entonces, ya habían perdido la orientación y la tripulación había comenzado a sentirse mal.

-Instrumentos de navegación: los compases fallaron, pero estos aparatos no son lo que se dice precisamente infalibles. Lo más raro es que Taylor afirmó que estaban fallando todos los compases de la aviación, cuan familia bien avenida. Desde hace tiempo se especula sobre las propiedades magnéticas del Triángulo de las Bermudas y cómo afectan a los instrumentos de navegación. No obstante, como ya hemos dicho, existen protocolos de emergencia, en este caso dirigirse al oeste hasta ver tierra. Taylor hizo caso omiso a los consejos de realizar esta maniobra, pero esto nos presenta nuevos interrogantes.

Tierra, ¿qué tierra?: en algún momento entre las 15:40 y las 16:30, tanto Taylor como su tripulación dijeron estar sobrevolando tierra, pero si nos atenemos al mapa no queda otra que preguntarnos ¿qué tierra? Lo más cercano a su ruta era una isla de Las Bahamas, por donde habrían tenido que de hecho pasar si todo hubiese ido bien, pero el teniente estaba convencido de que era The Keys (Key West en el mapa, abajo a la izquierda). Hay quien dice que en lugar de la ruta del mapa, se desviaron hacia la isla Great Abaco (a la derecha de Freeport) y que esa fue la tierra que vieron.

-Desorientación de la tripulación: espaciotemporal en este caso. No solo pensaban que en vez de dirección norte estaban viajando dirección sudoeste, sino que además afirmaban haber recorrido en apenas 70 minutos una distancia equivalente a 1,5 veces la distancia real. Es de presuponer que eran perfectamente capaces de calcular el tiempo transcurrido. Los aviadores usaban una técnica para calcular el tiempo llamada en inglés dead reckoning, que consistía en usar la posición del sol para determinar su propia posición y dónde estarían en media hora. Aunque no era una técnica perfecta, el teniente y los cuatro aviadores veteranos debían saber que en el tiempo transcurrido era imposible llegar a The Keys. Además, aunque los bombarderos no tenían relojes, la tripulación sí.

-Restos del accidente: no aparecieron ni los restos de los bombarderos, ni los de la tripulación. Podrían haberse hundido con el impacto. De haber habido supervivientes al choque, no es raro que hubiesen muerto antes de ser encontrados.

La teoría más escéptica dice que todo tiene una explicación racional. Los aviadores eran jóvenes e inexpertos y difícilmente habrían podido ubicarse con el dead reckoning. Con la tormenta y la oscuridad de la noche cada vez más cercana, era casi imposible ubicarse. Vamos, que todos los ingredientes necesarios para tener un accidente estaban sobre la mesa. Esta teoría no tiene en cuenta varios puntos que he mencionado, como la presencia de pilotos veteranos o que la desorientación había comenzado antes de la tormenta. Otros dicen que fueron aliens, porque no hay aliens sin misterio ni misterio sin aliens. Apoyando esta versión, se encuentran testimonios de la Segunda Guerra mundial, tanto de pilotos nazis como estadounidenses, que reportaron haber visto objetos brillantes y erráticos sobrevolándoles. Además, el Triángulo es famoso por su supuesta actividad extraterrestre.

¿Y vosotros qué creéis? ¿Accidente totalmente explicable o misterio sobrenatural irresoluto? Yo creo que hay algo raro de por medio, aunque no creo que sean pequeños hombrecillos verdes. ¿Quizá algún salto espaciotemporal? Sea lo que sea espero, queridos lectores, que esta historia os sirva como moraleja para no seguir órdenes ciegamente. No saltéis por la ventana solo porque alguien os diga que en la parte de abajo hay unos bomberos esperándoos con una colchoneta. Puede que los bomberos estén en medio de un atasco en Gran Vía y lo único que os espere sea el duro, duro asfalto.

Aquí Sheila, reportando para todos vosotros las historias más increíbles, los fenómenos más extraños y las cosas que nadie quiere que sepáis.

Cambio y corto.

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